Se trata de lo que se ha dado en llamar “la catedral del arte prehistórico”. En las paredes de esta cueva, el hombre del paleolítico, dejó impresa las vivencias que diariamente le acompañaban. Todo esto en diversos períodos que - según los estudiosos - sumaron 22 mil años. La última ocupación se estima en 13 mil años de la época actual.
Estas pinturas rupestres son de un realismo que impresionan. Se puede observar en la foto de arriba, dos caballos al que el artista primitivo, se cuidó en presentarlo hasta en mínimos detalles. Por ejemplo, la línea negra que corona la crin del animal, es un sello de identidad de esta especie prehistórica.
Por un avatar de la naturaleza, hace miles de años esos caballos se refugiaron en los fiordos de lo que hoy es Noruega y allí permanecen sus descendientes, con muy poca diferencias en su aspecto, manteniéndose casi como sus ancestros.
Impresiona imaginar el periplo de esta raza prehistórica: Desde las praderas de Cantabria al frio de los fiordos de Noruega y miles de años después, su adaptación en un viñedo en Sudamérica.
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13 de junio de 2020
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